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Luis Bénitez, un trovador de la postmodernidad

Existe, en la creación de Luis Benítez, un imaginario poético vasto, paralelo con el mundo concreto, material, teniendo en el mismo tiempo estrechas relaciones con esta concreción y materialidad. Este universo poético es desarrollado y sostenido por la contribución constante de un arte poético personal, del talento y de un horizonte poético y artístico multicultural. Nosotros hablamos con entusiasmo sobre “la gloria de lo evidente”; el poeta canta lo que no es evidente, ni fácil de sentir con la sensibilidad común, mirando en la dirección de una otra realidad,  más pura y más profunda: “yo viviré siempre / en esta piel, estas manos, / y este cuerpo/bañado por otra luz, otra presencia./Otra guerra hay que la del pan / otra embriaguez que la del vino / otra tierra hay en esta tierra” (Lo que decía el poeta). Y tiene razón: éste es el dominio de la poesía, en general.

     Como el poeta inglés Neil Leadbeater -autor de “Libretos for the Black Madonna” (2011), un viaje poético a través de algunos países de América Latina- Luis Benítez es un verdadero trovador moderno, viajando con su lira por diferentes espacios geográficos, más o menos lejanos, para convertir en poesía lugares con una profunda resonancia en la conciencia cultural y arquetípica de la humanidad. Vamos a mencionar aquí dos poemas de referencia: “Behering” y “Kustendje, a orillas del Mar Negro”. Lo que sorprende en el primer poema son las dimensiones hiperbólicas, geográficas y temporales, a través de las que se extiende el discurso del poeta. El hombre sudamericano es definido por su doble identidad, colocada en las poblaciones precolombinas con orígenes en Siberia, cerca del “Mar Blanco”, espacio mitológico y legendario, y en los conquistadores del “siglo de oro”, como Balboa y Pizarro. Fundador del mundo nuevo, que incluye como puntos de referencia histórica: “Tenochtitlán, el Cuzco /  y el enigma silencioso, Tiahuanaco”, también la isla de Pascua con sus “graves rostros”, este “homo sudamericanus” refleja muy bien una dualidad fundamental, que hace su especificidad dramática: “... venidos de otros Beherings y otras fechas, / en nuestras claras ciudades, oh ingenuas tierras, / seremos siempre dobles: / uno solo y muchos, hombres de ninguna parte.” En el final, ésta es la imagen de un ser humano que ha perdido su condición paradisíaca y debe aceptar su condición mundana, con sus inconvenientes inherentes. El paraíso prehistórico de los antepasados, que  en sus universo arquetípico original: “traían la industria de las armas / y el reno rojo, como un bosque ondulante / y detrás el lobo...” se ha convertido, por la fuerza de las cosas, en historia y en una realidad profana y dual. El segundo texto mencionado aquí, localizado en el espacio rumano (Kustendje en turco y en rumano Constanţa, es la antigua ciudad de Tomis), es una evocación del poeta Ovidius, en un contexto actual, donde interfieren temas relacionados como la veneración frente la memoria de un gran poeta de la humanidad (“desterrado” lejos de Roma), la abolición del más grande totalitarismo de la historia, simbolizado por la demolición en el mismo espacio geográfico “de la última estatua de Lenin” y una meditación  escéptica –hacia el final del poema- sobre la condición del poeta y de la poesía en el mundo: “...las piedras y los versos/cambian, cuando cambia la mirada, así como / - antes de la metamorfosis – Ovidio supo / por qué la poesía le interesa a nadie” (p. 88).    

     Una peculiaridad en la creación de Luis Benítez, como sucede generalmente en la literatura contemporánea, es la inclusión en los textos de las referencias culturales en el dominio poético y de sus representantes conocidos y reconocidos en el espacio de la poesía universal. En este sentido, el lector no puede viajar por la creación del poeta argentino sin observar en diferentes textos, con valor de dedicación, la ilustre presencia de John Keats (“John Keats”, p. 42), Arthur Rimbaud (“Los ojos de Rimbaud”, p. 59), César Vallejo (p. 71), Ezra Pound (“Deja que hable Ezra Pound”, p. 67), Dylan Thomas (“En el arduo aniversario de una boda”, p. 95), Blake, Rimbaud y Baudelaire (“De lo que huye”, p. 72), etc.  No es difícil observar que, por una parte, estos autores son, cada uno de ellos, maestros de la modernidad en la creación poética y, por  otro lado, los exponentes nacionales de la poesía moderna en un gran espacio multicultural: la modernidad poética inglesa (Keats), gaélica (Dylan Thomas), francesa (Rimbaud), sudamericana (Vallejo) y norteamericana (Ezra Pound). Más poetas, más puntos de referencia de la moderrnidad, porque Luis Benítez conoce muy bien la actualidad de sus legados poéticos, como lo sugiere en estos versos: “John Keats recuerda y es también de otros el recuerdo (...) / John Keats será John Keats, será nosotros” (p. 43) o como en el incipit de este poema destinado a los poetas de hoy en un crisis de mensaje: “Si no tienes nada que decir cállate / deja que hable Ezra Pound (...)” (p. 67-68).

     Con tales escuelas poéticas en su memoria activa, con una perspectiva amplia de orden estético y cultural, con una vocación creativa muy fuerte, no es sorprendente que la modalidad poética de Luis Benítez sea sustancial y plena de un refinamiento, que necesita por parte del lector una fuerza de recepción apropiada. Un trovador de nuestro tiempo, el autor argentino es, como cada creador serio, un “redemptor linguae”, un inventor de lenguaje poético y un artesano original de un imaginario poético que habla para la sensibilidad del lector (post)moderno.                   

     Sorprenden la fragancia de unas imágenes creadas por combinaciones lexicales inesperadas, generalmente situadas en el inicio de los textos, acreditando el discurso:  “Detrás del tiempo un animal me mira” (Entonces el canto, p. 46), “El gato perpetuo en la mañana absoluta” (La Bestia de la aurora, p. 61), “Nuestra generación fue (...)/un manojo de nadas sin zapatos” (En el arduo aniversario de una boda, p. 95); la misma función poética en el andamio textual la encontramos en inspirados juegos lexicales: “Brutal sombra que ves / con indiferencia la sombra de tu sombra” (p. 61), “Lo opuesto busca su opuesto” (Del amor por los bárbaros, p. 85). El poeta es un constructor de imágenes aparentemente dispares, fragmentarias, que se constituyen en una perspectiva panorámica del mundo, usando con frecuencia las enumeraciones: “A veces es un pájaro, un río, el viento” (El Uro, p. 29) o imágenes hiperbólicos plenas de sugerencia: “dime que te acuerdas de hombres y mujeres gigantes / y de paredes enormes” (Infancia de la maravillosa, p. 33). El discurso poético se ordena y se desarrolla también por las repeticiones, como un principio generador del texto y del mensaje, asumido con lucidez: “no ha leído tu Monelle (...) / no conoce tus Vidas...” (A Marcel Schwob, p. 31) o “Me pregunto por el origen /.../ Me pregunto los nombres y el semblante / ... / Me pregunto por los miles de días...” (Esta manana escribí dos poemas, p. 75). Es de señalar, también, que en este inventario lexical existen diversos símbolos.

     Más allá de una tendencia estilística de linaje modernista, el lector puede descubrir igualmente una serie de elementos neoclásicos, como en estos versos: “Dionisos con su corte de faunos” (El uro, p. 29) y, por otro lado, la afirmación de una sensibilidad existencialista: “ah los terrores que nos visitan de noche / que no se ocultan del día...” (Los miedos, p. 27-8). La fórmula poética de Luis Benítez tiene la complejidad de la creación contemporánea, que une la teoría con la práctica del texto, la cultura poética y la generación del texto. No es sorprendente que se puedan identificar,  asimismo, elementos de un verdadero proustianismo poético, integrado en un contexto determinado por la lucidez del creador: “...La memoria tal vez sea / sólo visión de olores olvidados” o, más adelante: “el olor del primer mar, a los seis años” (De las tantas cosas que no puede, p. 44).             

     El carácter metatextual de la poesía postmodernista es otra particularidad relevante. El autor está permanentemente preocupado por establecer la razón de ser en la contemporaneidad del poeta y también la esencia de la creación poética, presentando sucesivamente y con insistencia reiterada varias perspectivas y acepciones, cuidando de no omitir algo relevante de este punto de vista temático. La creación artística es revelación y universo paralelo frente el contingente, dice el autor, respondiendo a virtuales acusaciones de no ser implicado por sus obras en las agitaciones sociales o políticas cotidianas: “Otra guerra hay que la del pan / otra embriaguez que la del vino / otra tierra hay en esta tierra: / eterna es nuestra primavera” (Lo que decía el poeta, p. 32).

     Con una actividad poética iniciada por el volumen “Poemas de la Tierra y la Memoria” (1980) y continuada de una manera constante y consistente con poemarios, libros de ensayos y dramaturgia, también por una presencia sostenida en las publicaciones culturales y literarias, reconocido en su país y en el extranjero mediante diversas distinciones (Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poétes, París, 1991; Primer Premio Joven Literatura, Buenos Aires, 1996, etc.), Luis Benítez es autor de una creación poética original y, al mismo tiempo, representativa de  la literatura de hoy en América Latina. Correspondiendo “a la llamada de su generación” (Elizabeth Auster, introducción en Breve antología poética, 2008, p. 7), el poeta argentino es un verdadero trovador de la postmodernidad, un trovador a la manera y con los instrumentos específicos de la creación poética de nuestro tiempo.    

 

Bucarest, 12 de setiembre de 2012