Una pieza
donde el espa­cio del techo es igual
al del piso que a su vez es igual
al de cada una de las cua­tro paredes
que delim­i­tan un lugar sobre la calle.
La bru­ma se trasla­da a su mente
vacía, no sabe quién es y el primer
pen­samien­to “un per­ro que se da cuen­ta que es perro
deja de ser­lo” vuelve a for­mar parte
del sueño pero aparece, difusa,
la mac­eta: una pava abol­la­da con plantas
en el cen­tro de la mesa: dos caballetes
soste­nien­do una tabla de madera
–entonces está despierto.
Las man­chas de óxi­do en el cielo–
el col­or de la luz sobre las cosas, el cielo
que se retrae y es óxi­do borroneado
entre sus ojos y cae dormi­do de nue­vo, pero aparece
un orden en la mate­ria despierta.
La ubi­cación lúcida
del lugar en el día, el ruido,
el cuer­po latiendo,
la ruina de una idea que corre
por una red de nervios,
pal­abras de acero
con­tenidas en un soplo:
un ori­fi­cio cabeza de alfiler
en una cavi­dad del corazón.

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