La luz desnu­da la noche.
Es un gri­to del cielo.
Un desa­hogo del mundo.
Un rayo hiende la tierra
que­ma las ilusiones
desalien­ta el olvido.
Él abre su silen­cio a las ventanas.
Pela los cables
con min­u­ciosa serenidad.
La cin­ta se adhiere
a los mín­i­mos alambres.
Lo aísla.

La gente lo llama
para salir de su abismo.
Su figu­ra crece en las tinieblas.
Pero una cosa es dar luz
y otra, estar iluminado.
Él cree que es un buen conductor
y una sonrisa
le alum­bra el rostro.
 

 

 

De Poe­mas del sin tra­ba­jo (Buenos Aires, Edi­ciones en Dan­za, 2007)

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