Una car­ac­terís­ti­ca abun­dan­te­mente señal­a­da de la poesía argenti­na cor­re­spon­di­ente a la déca­da de los años 90 es su pre­tendi­da inten­ción desacral­izado­ra, antilíri­ca, deriva­da del neoob­je­tivis­mo pro­pio de la déca­da ante­ri­or. Esta es una ver­dad a medias, y como la may­oría de ellas, es fun­cional a un resorte de la políti­ca lit­er­aria de la época y aun de la pos­teri­dad. La inten­ción de los lob­bies cul­tur­ales locales fue con­cen­trar en un puña­do de nom­bres y algu­nas dece­nas de obras el con­jun­to de lo pro­duci­do en el género durante la déca­da, para mejor per­pet­u­ar aque­l­los nom­bres y aque­l­las obras que respondier­an al canon que se quería establecer.

“El cuen­to que hay que con­tar” señala que el ori­gen de esta pre­tendi­da car­ac­terís­ti­ca úni­ca se orig­i­na en algu­nas revis­tas que, al comien­zo de la déca­da, reunían a cier­to número de autores que, como reac­ción a lo escrito por la gen­eración ante­ri­or, la del 80, comen­zaron a cul­ti­var un dis­cur­so poéti­co “nue­vo”, fuerte­mente impreg­na­do de colo­quial­is­mo, imper­me­able a la abstrac­ción y la metafísi­ca, renu­ente a las con­no­ta­ciones cul­tur­ales, desin­tere­sa­do de lo políti­co, fran­ca­mente apáti­co, aten­to a lo kitsch (como heren­cia del neo­bar­ro­co argenti­no de los 80 esto últi­mo) has­ta rozar ‑o deci­di­da­mente fre­cuen­tar- la pueril­i­dad en deter­mi­na­dos casos.

Des­de la críti­ca a esta gen­eración se apun­ta que ello se condice direc­ta­mente con las pecu­liari­dades políti­cas y sociales de la época en Argenti­na, deter­mi­nadas por el resurgimien­to de un neolib­er­al­is­mo despi­ada­do, que dom­inó la diri­gen­cia del país durante esos diez años. Ello degener­aría pos­te­ri­or­mente en un intimis­mo exac­er­ba­do, donde el indi­vid­uo creador se mostraría lim­i­ta­do a sus más cor­tos alcances, con una capaci­dad evoca­ti­va tan reduci­da que ape­nas podría remon­tarse a su propia infan­cia. Un creador encer­ra­do en el fer­oz indi­vid­u­al­is­mo del suje­to pos­mod­er­no y una obra cor­re­spon­di­ente. Así, la poesía de aquel entonces sería una suerte de exposi­ción de las condi­ciones políti­cas y sociales de la déca­da, lo que no deja de ser un juicio sim­plista al extremo.

Encon­tramos entonces que la ver­sión ofi­cial de los hechos, lob­bista, que ha engen­dra­do numerosas mono­grafías uni­ver­si­tarias, artícu­los peri­odís­ti­cos y antologías de esta gen­eración den­tro y fuera de la Argenti­na, adolece del típi­co recorte de la real­i­dad, intere­sa­do en definir el todo por la parte, con el fin avant la let­tre de reducir lo real a lo ide­al, una déca­da ade­cua­da a las inten­ciones de la maquinar­ia cul­tur­al, que desea mold­ear en un canon unívo­co las diver­gen­cias y las difer­en­cias. Esta con­cep­ción se der­rum­ba por la base si el inves­ti­gador se toma el tra­ba­jo de ir direc­ta­mente a las fuentes en vez de leer los comen­tar­ios. Un exa­m­en de lo edi­ta­do en poesía entre 1990 y 2000 rev­ela que, si bien lo más pro­pa­gan­diza­do a través de los medios peri­odís­ti­cos y uni­ver­si­tar­ios cuadra en las car­ac­terís­ti­cas antes apun­tadas, con ref­er­entes bien difun­di­dos, por otra parte en el mis­mo perío­do se edi­taron en Argenti­na obras que no condi­cen en abso­lu­to con esos supuestos. Por el con­trario, son obras de autores donde sí cabe lo políti­co, lo social, la ref­er­en­cia cul­ta, la metafísi­ca y la abstrac­ción. Para vari­ar –la expre­sión es iróni­ca- el recorte de la real­i­dad que señalam­os se ha real­iza­do des­de las tri­bunas uni­ver­si­tarias y des­de los medios peri­odís­ti­cos con sede priv­i­le­gia­da en la cap­i­tal de la Argenti­na, Buenos Aires, dejan­do de lado lo poéti­co edi­ta­do fuera de esa área.

Por lo que hace a la críti­ca a la gen­eración antes señal­a­da, adolece a su vez de una cán­di­da creen­cia en lo mis­mo que afir­ma lo crit­i­ca­do, basán­dose en los mis­mos pos­tu­la­dos y ejem­p­los para estable­cer su dis­cusión. Es decir, reafir­ma lo afir­ma­do por aque­l­lo que está crit­i­can­do, lo con­fir­ma, sin tomar en cuen­ta la diver­si­dad actu­ante en la déca­da, a la vez que incurre en la ingenuidad de creer que son las car­ac­terís­ti­cas políti­cas, sociales y económi­cas de un perío­do los úni­cos fac­tores que con­struyen el dis­cur­so poéti­co del período.

Des­de la apun­ta­da diver­si­dad de las crea­ciones prove­nientes de la déca­da, no puede afir­marse que la gen­eración entera de los 90 se con­sti­tuyó en una reac­ción frente a la gen­eración ante­ri­or, la de los 80, donde la abstrac­ción, la metafísi­ca, la ref­er­en­cia cul­tur­al campea­ban por sus fueros, aunque no eran los úni­cos ele­men­tos pre­sentes en ese dis­cur­so múlti­ple. Recordemos que la déca­da de los 80 es una de las que en may­or número de fuentes –poéti­cas y extrapoéti­cas- abrevó, en toda la his­to­ria del género en Argenti­na. Por otra parte, enten­der que la gen­eración de los 90 obró así, por reac­ción a lo ante­ri­or, señalaría un mecan­is­mo deci­di­da­mente mod­ernista, van­guardista, fla­grante parado­ja en una gen­eración a la que esas mis­mas intere­sadas car­ac­ter­i­za­ciones señalan como posmoderna.

La creen­cia en que una serie de creadores que, al menos ini­cial­mente, no se cono­cen entre sí y no cono­cen todavía la obra de sus con­tem­porá­neos, mági­ca­mente coin­ci­den en unos prin­ci­p­ios bási­cos y tan deter­mi­nantes como optar por un lengua­je y unas apela­ciones dados, sim­ple­mente porque todos ellos edi­tan sus obras en el mis­mo perío­do de diez años de duración, no es exclu­si­va­mente una sim­pleza dic­ta­da por la como­di­dad de una críti­ca que pre­fiere leer los comen­tar­ios en vez de las obras comen­tadas (y las no comen­tadas tam­bién, como es su obligación); no sola­mente es un artilu­gio fab­ri­ca­do por aque­l­los que están intere­sa­dos –por razones extralit­er­arias, propias del main­stream- en que cada seg­men­to luz­ca de tales o cuales man­eras, todas favor­ables al establec­imien­to de un canon más o menos bur­do, que supri­ma las difer­en­cias a favor de la unívo­co. Es, defin­i­ti­va­mente, una rotun­da e ina­cept­able estupidez.

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Breve selec­ción de obras de la poesía argenti­na de los años 90. Ofre­ce­mos a con­tin­uación una muy aco­ta­da selec­ción de obras y autores pro­pios del perío­do trata­do, que des­de luego no resume ‑ni inten­ta hac­er­lo- la diver­si­dad de éste.

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